En el 2015, hubieron más personas refugiadas (21 millones) que en cualquier momento de la Segunda Guerra Mundial. El número ha aumentado más de un 40% en tres años, disparado sobre todo por la inestabilidad en Medio Oriente que ha forzado millones migren para salvaguardar su vida y su futuro. Hasta ahora, ⅔ de las personas desplazadas a nivel mundial se encuentran en la región al Este del Mediterráneo. Aun así, estos desplazamientos forzados son sólo una pequeña fracción del número total de migrantes, que asciende a 244 millones, que sería equivalen al cuarto país más poblado del mundo, solo detrás de China, India y los Estados Unidos.
La gran cantidad de refugiados y personas desplazadas enfrentan amenazas extremas a su salud física, lo cual incluye violencia, tortura, violaciones, explotación, esclavitud. Además, se someten a desventajas económicas y sociales que perjudican su salud mental, así como el ser discriminado o estereotipada al momento de pedir acceso a servicios sociales o de salud en una cultura o un lenguaje diferente al suyo.
Por estas razones y más, la salud de los migrantes es ahora un tema de gran relevancia en la agenda de salud internacional, políticas globales y en planes y programas nacionales, sobre todo para combatir el VIH, la tuberculosis, la salud reproductiva, y la salud de los niños.